Todas las personas tenemos
miedos. El miedo es una emoción normal en nuestra vida, e incluso, necesaria y
puede aparecer ante cualquier tipo de estímulo, ya sea real o imaginario.
Tener miedo cumple una función
adaptativa, debido a que provoca que nos comportemos de una manera segura. Por
ejemplo, si ante nosotros aparece un tigre, lo normal es tenerle miedo e
intentar escapar para seguir con vida. Si no nos provocase esta emoción,
estaríamos poniéndonos en peligro vital.
A lo largo de nuestra vida, los
miedos pueden ir variando, siendo mayores, en la mayoría de los casos, en la
infancia y decreciendo a medida que nos hacemos mayores.
Aprender a hacer frente a estos
miedos es muy importante para nuestro desarrollo. Y aquí viene la cuestión,
¿buscaremos a alguien a nuestro lado que ahuyente esos monstruos o aprenderemos
nosotros mismos a ahuyentarlos?
Esta semana he leído en internet
esta frase “Yo mataré monstruos por ti” y, en base a los comentarios, las
personas parecían muy satisfechas con tener a alguien que lo hiciese por ellas.
Este hecho me sorprendió bastante y me hizo plantearme lo poco que se valora la
independencia y el poder hacerles frente uno mismo.
Quizás la opción ideal sea poder decidir cuándo uno quiere que alguien solucione sus problemas y cuando uno lo va a hacer por sí mismo. Sin embargo, para poder tener esta libertad de elección, tenemos que tener ciertas habilidades que nos permitan hacerlo. Al fin y al cabo, esos recursos son los que nos hacen personas capaces de hacer frente a las adversidades del mejor modo posible.
Por tanto, me parece que junto a esa frase, debe ir también esta otra “Yo te enseñaré a matar tus propios monstruos”.