martes, 24 de junio de 2014

Erikson y las etapas de la vida

Erikson fue un psicoanalista de origen alemán, que dedicó su vida al estudio de la Psicología Evolutiva, tratando de conocer cómo se desarrolla nuestra personalidad.  

Este autor elaboró una teoría del desarrollo de la identidad y la personalidad, a la cual denominó teoría psicosocial. En dicha teoría, Erikson describe las ocho etapas o estadíos por los que pasa una persona a lo largo de su vida. Cada etapa supone un conflicto o una crisis a la que nos enfrentamos para ir desarrollando nuestras capacidades y habilidades.


Las ocho etapas son las siguientes:
  • Confianza básica vs. desconfianza (desde el nacimiento hasta los 18 meses aproximadamente): es una fase muy importante porque aparece la confianza hacia los demás a través del vínculo que el bebé desarrolla, generalmente, hacia su madre. Este sentimiento de confianza será el que, en el futuro, nos haga sentirnos seguros aunque las circunstancias puedan ser complicadas a nuestro alrededor.
  • Autonomía vs. vergüenza y duda (desde 18 meses a los 3 años): el niño empieza a ser más independiente y va explorando las cosas que lo rodean. Si se anima al niño en esta labor, se vuelve más confiado en su propia capacidad para manejarse en el mundo. Si sucede lo contrario, el niño será más dependiente de los demás.
  • Iniciativa vs. culpa (desde los 3 hasta los 5 años): esta etapa se desarrolla a través del juego. El niño va adquiriendo aprendizajes y comienza a mostrar iniciativa, mediante la cual toma sus propias decisiones. Si esto se ve frustrado, en los niños aparecerá la culpa.
  • Laboriosidad vs. inferioridad (desde los 5 años hasta los 13): etapa centrada en la escolarización. El niño siente deseo de hacer actividades con otros niños y se va sintiendo orgulloso por sus logros. Si no aparece esta satisfacción, puede sentirse incapaz de hacer las cosas bien y desarrollarse el sentimiento de inferioridad.
  • Búsqueda de identidad vs. difusión de la identidad (desde los 13 hasta los 21 años): a esta edad se experimenta la búsqueda de la identidad individual de cada uno de nosotros. En esta fase, es normal sentir cierta confusión acerca de lo que somos.
  • Intimidad frente a aislamiento (desde 21 a los 40 años): las personas establecemos relaciones con un mayor grado de intimidad y con más compromiso que anteriormente. Si evitamos las relaciones, podemos caer en el aislamiento y la soledad.
  • Generatividad vs. estancamiento (de los 40 años a los 60): este período se relaciona con la  familia y el cuidado de los hijos. En este momento, aportamos algo de nosotros a la sociedad mediante el trabajo que desempeñamos y la siguiente generación a la que estamos criando. Según Erikson, si no alcanzamos estos objetivos, podemos quedarnos estancados.
  • Integridad vs. desesperación (desde los 60 hasta la muerte): se corresponde con la etapa del envejecimiento y la jubilación. En esta fase, podemos revisar nuestra vida y sentirnos agusto con ella, orgullosos. Sí es así, se consigue la integridad. Sin embargo, es también una época difícil porque, con alta probabilidad, tendremos que vivir el fallecimiento de personas significativas para nosotros, afrontar nuestra propia enfermedad, etc. Todo ello, puede contribuír a la desesperación.

martes, 17 de junio de 2014

¿Cómo resolver los conflictos en la pareja?

Continuando en la línea de la semana pasada, hoy he decidido escribiros acerca de cómo resolver los conflictos que aparecen en las parejas.

Con bastante frecuencia podemos escuchar, cuando una pareja tiene problemas, que lo que les ocurre es que "no nos comunicamos". Sin embargo, ya en la década de los 60, Watzlawick, Beavin y Jackson nos enseñaron que es imposible no comunicar. Aunque no digamos nada verbalmente, un simple gesto, la expresión facial de enfado o alegría pueden "hablar" por nosotros y decir mucho más que nuestras palabras.

Por tanto, esta queja no es correcta, aunque sí que es relativamente común que la comunicación que mantienen ambos miembros de la pareja sea inadecuada para solucionar los conflictos existentes.


Para Carmen Campo, comunicarse adecuadamente significa "poder articular bien el uso de los canales verbales y no verbales" (como por ejemplo los gestos, podéis leer más acerca de la comunicación verbal y no verbal aquí: http://goo.gl/naDTnA). Sin embargo, esto no es algo precisamente sencillo, ya que el manejo que cada uno de nosotros hacemos del lenguaje tiene que ver principalmente con cómo somos nosotros mismos, lo que hemos aprendido en nuestra familia y la cultura de la que formamos parte.

Algunas recomendaciones para que nuestra comunicación sea lo más eficaz posible son las siguientes:
  • Emplear fórmulas positivas cuando hablamos, en vez de acusar al otro cuando hace algo que no nos agrada.
  • Buscar el momento oportuno para hablar de los problemas, debido a que durante una discusión no estamos en las mejores condiciones para poder solucionar nuestras diferencias.
  • Seleccionar las batallas. Suele ser recomendable seleccionar aquellas quejas o peticiones que queremos hacer a nuestra pareja, en vez de estar constantemente repitiendo todo lo que nos molesta.
  • Aprender a ser asertivo. Entendemos por asertividad la capacidad de reconocer y defender las propias necesidades y poder decir "no" ante situaciones que valoremos como no convenientes para nosotros. 
  • Nunca dar por supuesto que el otro miembro de la pareja tiene las mismas necesidades que nosotros o sabe qué es lo que nos ha parecido mal. Por tanto, es muy importante decir las cosas explícitamente.

Fuentes:
  • Watzlawick, P., Janet, B. y Jackson, D. (1981). Teoría de la Comunicación Humana. Barcelona: Herder (Edición original de 1967).
  • Campo, C. y Linares, J. L. (2002). Sobrevivir a la pareja. Barcelona: Planeta.

martes, 10 de junio de 2014

¿Tú y yo somos una pareja?

En ocasiones, las apariencias pueden engañar y podemos ver a dos personas que pasan mucho tiempo juntas. Sin embargo, eso no significa necesariamente que constituyan una pareja.

Por tanto, lo primero que debemos aclarar es qué entendemos por pareja. Para ello, nos basaremos en la definición dada por Carmen Campo, psicóloga clínica de la Unidad de Terapia Familiar del Hospital Sant Pau (Barcelona) y especialista en terapia de pareja. Ella indica que la pareja está formada por dos personas procedentes de familias distintas, generalmente de diferente sexo, que deciden vincularse afectivamente para compartir un proyecto común. Dicho proyecto incluye apoyarse y ofrecerse cosas importantes mutuamente, en un espacio propio que excluye a otros, pero que también interactúa con el entorno social.

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Otro aspecto realmente importante y que muchas veces pasa desapercibido es que los miembros de la pareja deben llegar a ciertos acuerdos decisivos para asentar los fundamentos de la misma. Hay tres grandes áreas en las que son necesarios dichos acuerdos para que se constituya la relación: los afectos, la jerarquía interna y los proyectos básicos.

Sin embargo, cuando no se llega a dichos acuerdos y los puntos básicos no son coincidentes, no se consigue establecer una definición común de lo que cada uno entiende por pareja, de lo que necesita y de lo que quiere. Esto muchas veces implica una hipoteca de la pareja ya que, desde sus inicios, queda bloqueada en su desarrollo.

Por tanto, para Carmen Campo no se puede hablar de pareja si sus miembros no tienen razonablemente claro qué significa para ellos quererse, quién toma las decisiones en las diversas áreas y qué piensan hacer juntos en el futuro.

Fuente: Campo, C. y Linares, J. L. (2002). Sobrevivir a la pareja. Barcelona: Planeta.

martes, 3 de junio de 2014

¿Qué podemos hacer cuando una persona está en duelo?

Como ya he indicado en las entradas anteriores de este blog, el duelo es un proceso normal y natural ante la muerte de un ser querido.

Por tanto, las intervenciones en adultos con duelo normal no pueden considerarse beneficiosas en términos de disminuir los síntomas relacionados con el duelo, pudiendo llegar a ser incluso perjudiciales (según la Guía de Práctica Clínica sobre Cuidados Paliativos del Ministerio Español). 

Así, la mayoría de las personas en duelo no requieren asesoramiento psicológico profesional. Sin embargo, la intervención puede ser adecuada ante muertes inesperadas, traumáticas o en personas con poco apoyo sociofamiliar.


En estos casos, el objetivo de la intervención no es "olvidar" al ser querido muerto, sino aprender a vivir sin la persona fallecida, con todos los retos que ello supone. Por tanto, los profesionales tenemos que promover que la persona en duelo se adapte a la pérdida teniendo en cuenta los siguientes factores:
  • Fomentar el autocuidado, alimentándose bien, practicando ejercicio moderado, descansando adecuadamente, etc.
  • Buscar el apoyo de familiares y amigos, para que la persona pueda expresar cómo se siente. De hecho, cuántas más personas tenga para esta labor, mejor, ya que la idea es no sobrecargar a nadie.
  • Darse permiso para vivir y disfrutar de la vida. Aunque la persona fallecida no pueda estar ya en su vida, es recomendable que sigan llevando a cabo las actividades que antes les resultaban placenteras y darse permiso para disfrutarlas.
  • Permitirse estar en duelo. Es importante permitirse sentir y estar triste, aunque, en paralelo, la persona siga haciendo actividades positivas, con la finalidad de no aislarse y mantener algo de vida social.
  • Evitar tomar decisiones importantes de forma precipitada. En situaciones de intenso sufrimiento, las personas en duelo pueden decidir cosas que más tarde consideran que no fueron acertadas. En caso de que tenga que hacerlo es mejor consultar con personas que puedan ayudarle.
  • Planificar anticipadamente cómo pasar las fechas señaladas, pensando cómo y con quién quiere pasarlas.
  • No deshacerse de objetos o recuerdos precipitadamente. A veces reciben malos consejos acerca de desprenderse de todo lo que pertenecía al fallecido porque puede resultar doloroso ver esos objetos en alguna ocasión. Por ello, es importante que sepan que no es beneficioso precipitarse en esta tarea.