Generalmente, todos recordamos con ilusión y nostalgia aquellos momentos de nuestra vida en los que hemos sido felices y pasamos buenos ratos en compañía de personas importantes para nosotros. Es muy común que queramos revivirlos y guardarlos en nuestra memoria para siempre como si fueran un tesoro.
Sin embargo, hay otros recuerdos de momentos más tristes o angustiosos de los que nos gustaría librarnos y, sobre todo, no tener que volver a vivir.
Una situación de este tipo es cuando comenzamos a tener miedo a pasarlo mal y a sentir angustia. Este hecho es muy común en las personas que presentan crisis de ansiedad y agorafobia (véase la entrada del blog Agorafobia, ¿miedo a los espacios abiertos?), debido a que soportan una ansiedad muy intensa, que les paraliza y que dificulta que sigan viviendo su vida como han hecho hasta ese momento.
El miedo a tener miedo se conoce como fobofobia. Las personas que sufren fobofobia sienten un gran temor a vivir situaciones en las que el miedo y la angustia los pueden abrumar. Por ello, estas personas suelen tener zonas seguras en las que se sienten cómodos y otras zonas que consideran "peligrosas", en las que el miedo puede volver a "apoderarse" de ellos.
Finalmente, en muchas ocasiones, acaban evitando una enorme cantidad de situaciones para no tener que enfrentarse a volver a sufrir los temidos síntomas de ansiedad que otras veces han sentido.
El miedo al miedo termina siendo muy incapacitante, por lo que es esencial que contemos con estrategias de afrontamiento para poder hacer frente a situaciones en las que el grado de ansiedad que sentimos es alto y no acabar desencadenando un cuadro de agorafobia. Por ello, sería muy importante que aprendiésemos desde pequeños dichas habilidades como un recurso o un aprendizaje más.
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