Muchos padres suelen decirme que están preocupados porque sus hijos mienten. Consideran que, si les dicen mentiras, no van a poder creerles en otras ocasiones cuando les estén diciendo la verdad. Por tanto, ven dichas mentiras como una traición a la confianza que habían depositado en ellos.
Sin embargo, la realidad es que todos mentimos en algunas ocasiones.
También es cierto que no todas las mentiras tienen la misma importancia.
Por ejemplo, en algunas ocasiones, las personas decimos
"mentirijillas" y aunque sabemos que no estamos diciendo la verdad, nuestra intención no es hacer daño a nadie.
Sin embargo, el tema se complica cuando hablamos de los niños. Su mundo está dominado por la imaginación. Por ello, en algunas ocasiones, aunque nos parezca que nos están mintiendo, la realidad es que a los niños pequeños les cuesta diferenciar entre lo que es real y lo que es imaginario.
Por otro lado, normalmente las mentiras en los niños pueden deberse a uno de estos aspectos:
- el niño busca sentirse importante o "hacerse el interesante".
- el niño trata de huir de algo que le hace daño.
Debido a esto, nuestra labor es enseñar a los niños dónde están los límites entre la realidad y la imaginación, pero tratando de comprenderles y ayudándoles a escoger las palabras justas sobre sus sentimientos.
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