Una de mis pacientes me preguntó el otro día si estaba mal ser como ella era. Inicialmente, la pregunta me sorprendió un poco por lo que me interesé en saber porqué tenía esa duda, cuando realmente, ella es una buena persona con unos buenos valores.
Ella me contestó que tenía la "personalidad trastornada", debido a que en un informe clínico que le habían hecho ponía que tenía un trastorno de la personalidad. Entonces me dí cuenta de que no entendía lo que era dicho trastorno.
Es cierto que cada uno somos diferentes de los demás, porque nuestra forma de ser se va formando desde nuestra infancia, a través de las experiencias que vivimos a lo largo de nuestra vida. La personalidad se va configurando para adaptarnos al medio en el que vivimos y, a veces, lo que ha resultado útil en un determinado momento, deja de serlo pasado un tiempo.
Esto es lo que ocurre, en muchas ocasiones, con los trastornos de
personalidad. Por ejemplo, si crecemos en el seno de una familia muy
estricta, puede ser muy útil convertirnos en personas perfeccionistas,
tratando de que nuestro comportamiento se adapte a las normas
establecidas con el fin de evitar castigos. Sin embargo, si esta forma
de ser la llevamos "al extremo" y dedicamos mucho tiempo a hacer una
tarea con el fin de que esté perfectamente realizada o, si tenemos que
hacer un trabajo en grupo y somos incapaces de delegar en los demás
ninguna tarea porque necesitamos supervisarlo todo nosotros, podemos
tener un trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad.
Sin
embargo, presentar ciertos rasgos de personalidad no es suficiente para
cumplir los criterios establecidos por el DSM-V (Manual Diagnóstico y
Estadístico de los Trastornos Mentales) de un trastorno de personalidad.
Para poder recibir este diagnóstico, es necesario que la persona
presente como consecuencia de su forma de ser:
- un malestar importante.
- limitaciones a nivel social, laboral o en otras áreas importantes de su vida.
- dichos rasgos de forma inflexible en diferentes situaciones.
La realidad es que, tengamos o no un trastorno de personalidad, todos tenemos ciertos aspectos a mejorar como personas. Sin embargo, lo más importante no es ser "perfectos", sino tratar de hacer las cosas lo mejor que podamos y sin dañar a otros, pero sin perder de vista el objetivo de la vida: poder disfrutar de ella, porque, como se suele decir, ¡sólo se vive una vez!
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