Las emociones nos acompañan a lo largo de toda nuestra vida en las cosas que hacemos y condicionan nuestra forma de ver el mundo.
Así, para muchos psicólogos nuestras emociones, nuestra conducta y nuestros pensamientos están interrelacionados. De esta forma si, por ejemplo, estoy en el metro y una persona me empuja, lo que hago como consecuencia de ello dependerá de estos tres factores:
- Si pienso que lo ha hecho intencionalmente, me enfadaré o me sentiré molesto y mi reacción será en esa línea, como por ejemplo devolver el empujón o ponerle mala cara.
- Si pienso que ha sido sin querer, pensaré que no tiene importancia y le diré que no pasa nada.
Sin embargo, en nuestra vida, generalmente, las personas aprendemos equivocadamente que lo importante es sentirse bien y tratamos de evitar a toda costa las emociones negativas, como pueden ser la tristeza, la ira, el miedo, etc... Por ello, es muy común ver que las personas tratan de negar estas emociones o que se automedican para no sentirse de una determinada forma.
Por este motivo, es muy importante que las personas sepan que todas las emociones son importantes en nuestra vida, incluso aunque nos hagan pasar malos momentos. Cuando alguien importante para nosotros fallece, lo normal es sentirse triste y no estar feliz, al igual que si aparece un león delante de nosotros, lo lógico es que sintamos miedo. Estas emociones son necesarias en esos momentos, ayudándonos a mantenernos vivos y a adaptarnos a situaciones nuevas.
Por ello, los psicólogos trabajamos continuamente con las emociones, ayudando a que las personas no se queden "atascadas" en ellas, pero que entiendan que son necesarias y útiles para nosotros.
La próxima semana os escribiré acerca de cómo podemos trabajar con ellas. ¡Os espero!
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