martes, 30 de diciembre de 2014

La tarea de Sally y Ana

La semana pasada iniciábamos el tema de las habilidades sociales. En la entrada del blog de hoy, me gustaría continuar con este tema tal y como os he prometido la semana pasada.

El tema que he escogido para hoy son las habilidades sociales mentalistas, o sea, aquellas que implican que podamos atribuirle estados mentales a otras personas (deseos, creencias, intenciones, etc), independientemente de que concuerde con nuestro punto de vista o no. Esta habilidad implica la capacidad de ponernos en el lugar de otra persona, es decir, de empatizar con ella, habilidad con la que tienen dificultades las personas autistas.

Foto cortesía de Mario Otero

Para evaluar qué personas poseen esta habilidad podemos emplear la tarea de Sally y Ana. Esta tarea es una de las más conocidas y fue creada en el año 1985 por Baron-Cohen, Leslie y Frith.

La tarea es la siguiente: se presentan dos muñecas al niño, llamadas Sally y Ana. Sally tiene una cesta y Ana una caja. La primera de las muñecas, Sally, esconde una canica en su cesta y se va. A continuación, Ana cambia la canica de sitio, introduciéndola en su caja.

Al niño se le hace la siguiente pregunta: ¿Dónde buscará Sally la canica?

Tras varios estudios con dicha tarea, Baron-Cohen y colaboradores encontraron que el 80% de los niños con autismo contestaba incorrectamente a la pregunta, indicando que Sally buscaría la canica en la caja donde la introdujo Ana, que es donde realmente se encuentra la canica.

Por otro lado, dichos investigadores observaron que la mayor parte de los niños normales o con síndrome de Down de 4 años, contestaron correctamente a la tarea, que Sally buscaría la canica en su cesta al creer que está donde ella la dejó.

Aunque esta tarea ha demostrado ser útil para valorar las habilidades de mentalización en niños, la realidad es que no sirve como instrumento diagnóstico del autismo, porque no todas las personas que lo presentan responden inadecuadamente a la tarea de Sally y Ana.

martes, 23 de diciembre de 2014

Las habilidades sociales

Los seres humanos somos seres sociales, por lo que, desde que nacemos, vivimos en contacto con otras personas con las que tenemos que aprender a relacionarnos. Aunque pueda parecer que esto es algo que dominamos de forma innata, la realidad es que no es así, ya que las desarrollamos tras un proceso de aprendizaje.

Estas habilidades que debemos aprender para poder relacionarnos adecuadamente con los demás es a lo que llamamos habilidades sociales. Entendemos por habilidades sociales aquellas que nos permiten iniciar, mantener y finalizar la interacción con otros, responder a las claves sociales pertinentes, reconocer sentimientos y proporcionar retroalimentación positiva (como por ejemplo cuando nos saludan poder devolver ese saludo con una sonrisa), como negativa (rechazar una proposición que no nos interesa), entre otras muchas habilidades.


Las habilidades sociales se clasifican en varios grupos:
  • Habilidades de comunicación y lenguaje: hacen referencia a los componentes básicos del habla (el tono de voz, el volumen, la velocidad, etc), saber saludar, iniciar una conversación, hacer preguntas, hablar en público y la escucha activa.
  • Habilidades mentalistas y emocionales: como por ejemplo saber hacer cumplidos, aceptar los cumplidos de los demás, ponerse en el lugar del otro, expresar emociones, opiniones, sentimientos...
  • Habilidades de autoafirmación: algunas de ellas son saber aceptar una crítica constructiva, pedir favores, solicitar cambios de conducta, pedir disculpas, defender los propios derechos, respetar los derechos de los demás, saber jugar con otros, etc...

Aprender habilidades sociales es muy importante para que las personas puedan integrarse en la sociedad y sean aceptados por ésta. La buena noticia es que no hay edad para dicho aprendizaje, ya que cualquier momento es bueno para mejorar nuestras habilidades para relacionarnos con los demás y que, cuánto más practiquemos, ¡más las dominaremos!

martes, 16 de diciembre de 2014

"Dime lo que sientes"

Conocer y entender nuestras emociones es fundamental para poder desempeñarnos adecuadamente en nuestra vida diaria, porque nos permite poder tener control sobre lo que sentimos y estar cómodos con nuestros sentimientos.

En primer lugar, me gustaría empezar por aclarar lo que entendemos por emoción. Las emociones son los estados afectivos que experimentamos como reacción al ambiente que nos rodea. La emoción se compone de diferentes tipos de cambios:
  • A nivel fisiológico: puede producir en nuestro organismo reacciones como incremento de la tasa cardíaca, tensión muscular, relajación, sudoración, etc.
  • A nivel cognitivo: como por ejemplo pensamientos de culpa o pensamientos recurrentes acerca del tema que nos preocupa.
  • A nivel conductual: pueden aparecer conductas como la evitación o por el contrario la aproximación hacia otras personas.

Para poder trabajar con las emociones, podemos emplear diferentes métodos o abordajes. Hoy os presento un recurso que me parece muy interesante para poder enseñar a las personas a identificar sus propias emociones. Este recurso es el Emocionario.

Emocionario: Di lo que sientes (www.palabrasaladas.com/emocionario.html), es un libro de la Editorial Palabras Aladas, que trata acerca de 42 emociones que las personas podemos sentir; tales como la ternura, el amor, el odio, la ira, el alivio, la alegría, el miedo, etc. En el libro se explican, de forma sencilla, todas y cada una de estas emociones a través de unas preciosas imágenes y de descripciones verbales. Algunas de las cuestiones que se especifican son qué implica esa emoción, en qué circunstancias se puede producir e incluso ofrece ejemplos de situaciones típicas en las cuáles las personas se sienten de esa determinada forma. 

Os invito a que lo conozcáis porque es un libro que merece enormemente la pena, tanto para el trabajo en terapia, como para enseñar las emociones a vuestros hijos.

martes, 9 de diciembre de 2014

Las emociones: nuestras compañeras de viaje

Las emociones nos acompañan a lo largo de toda nuestra vida en las cosas que hacemos y condicionan nuestra forma de ver el mundo.

Así, para muchos psicólogos nuestras emociones, nuestra conducta y nuestros pensamientos están interrelacionados. De esta forma si, por ejemplo, estoy en el metro y una persona me empuja, lo que hago como consecuencia de ello dependerá de estos tres factores:
  • Si pienso que lo ha hecho intencionalmente, me enfadaré o me sentiré molesto y mi reacción será en esa línea, como por ejemplo devolver el empujón o ponerle mala cara.
  • Si pienso que ha sido sin querer, pensaré que no tiene importancia y le diré que no pasa nada.

Sin embargo, en nuestra vida, generalmente, las personas aprendemos equivocadamente que lo importante es sentirse bien y tratamos de evitar a toda costa las emociones negativas, como pueden ser la tristeza, la ira, el miedo, etc... Por ello, es muy común ver que las personas tratan de negar estas emociones o que se automedican para no sentirse de una determinada forma. 

Por este motivo, es muy importante que las personas sepan que todas las emociones son importantes en nuestra vida, incluso aunque nos hagan pasar malos momentos. Cuando alguien importante para nosotros fallece, lo normal es sentirse triste y no estar feliz, al igual que si aparece un león delante de nosotros, lo lógico es que sintamos miedo. Estas emociones son necesarias en esos momentos, ayudándonos a mantenernos vivos y a adaptarnos a situaciones nuevas.

Por ello, los psicólogos trabajamos continuamente con las emociones, ayudando a que las personas no se queden "atascadas" en ellas, pero que entiendan que son necesarias y útiles para nosotros.

La próxima semana os escribiré acerca de cómo podemos trabajar con ellas. ¡Os espero!

martes, 2 de diciembre de 2014

"Tengo celos de ti..."

Todas las personas hemos sentido celos hacia otras personas, ya sea nuestra pareja, un compañero del trabajo o de un amigo. Los celos aparecen como una reacción ante una amenaza de pérdida, ya sea real o percibida.

Sin embargo, este tipo de conductas se consideran normales si ocurren de forma puntual y no se convierten en algo habitual. Si no es así, y empiezan a ocurrir más frecuentemente, pueden convertirse en celos patológicos.

Foto cortesía de Mario Otero

Las personas con celos patológicos se caracterizan porque pierden el control de su propia conducta y emplean una gran cantidad de tiempo y energía en indagar y vigilar a la otra persona, impidiéndole llevar una vida normal.

Así, cuando los celos se producen en una pareja, pueden ocasionar una limitación importante en la vida de la persona celosa y de su pareja, ocasionando un gran sufrimiento en ambos.

Según un artículo publicado en el periódico El Mundo (www.elmundo.es/salud), para la psicóloga clínica Olga Castanyer, los celos son una forma de dependencia emocional. Según ella, la persona celosa necesita que la otra le haga sentir único, que sólo le quiera a él, para poder sentir que vale.

Por ello, el primer paso consiste en dectectar si existe o no un problema de celos. Para poder hacerlo, la clave está en si el "celoso" tiene una actitud vigilante hacia la otra persona: si revisa las cosas personales de la pareja, como la agenda, el móvil, la ropa, los armarios... y siempre está observando de forma que, cualquier pequeña cosa, puede ser un motivo de sospecha para el celoso.

A continuación, si la valoración es que existen celos patológicos, se puede comenzar la terapia con dos objetivos: terminar con las sospechas irracionales de infidelidad y modificar los comportamientos orientados a verificar las sospechas.

Fuente: El mundo.es

martes, 25 de noviembre de 2014

25 de Noviembre: Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer

Hoy es 25 de noviembre, declarado por la ONU como Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer, motivo por el que, este mes, hemos estado trabajando sobre cuáles son las características que tenemos que promover en nosotros mismos para poder realizar una buena entrevista con pacientes que se encuentren en estas situaciones.

Lo primero que tenemos que conseguir es que confíen en nosotros, que nos vean como personas que las van a poder ayudar. La confianza que ellas depositen en nosotros va a estar condicionada por el grado de apoyo emocional que han recibido de nosotros. 

Entonces, si esto es tan importante, ¿cuáles creéis vosotros que son las cualidades o características que ha de tener un buen entrevistador?


En este curso, hemos trabajado algunas de ellas. Las más importantes son las siguientes:
  • Empatía: capacidad para comprender los pensamientos y emociones de otra persona y poder transmitírselo.
  • Calidez: proximidad afectiva paciente/entrevistador. Hace referencia al "clima" que se crea en la entrevista.
  • Concreción: capacidad para delimitar objetivos mutuos y compartidos.
  • Respeto: capacidad del entrevistador para transmitir al paciente que su problema nos atañe y que nos preocupa.
  • Asetividad: capacidad para afirmar o negar con seguridad, defendiendo sus derechos sin herir o perjudicar los de las otras personas.
  • Baja reactividad: se refiere al tiempo que tardamos en responder, evitando interrumpir y guardando silencios necesarios.

Aunque podemos dar muchas otras respuestas a esta pregunta, éstas son las que a mí me parecen que son necesarias, pero podríamos señalar otras distintas.

¿Añadiríais vosotros alguna?

martes, 18 de noviembre de 2014

II Edición del Curso de "Experto en mediación en mujeres víctimas de violencia de género"

Por segundo año consecutivo, desde hace una semana, participo como docente en la segunda edición del curso de "Experto en mediación en mujeres víctimas de violencia de género". Por ello, os escribo sobre una de las cuestiones que hemos trabajado hoy: ¿cómo podemos detectar qué mujeres pueden estar siendo víctimas de la violencia de género?

A pesar de que ésta es una cuestión complicada de detectar, os doy algunas indicaciones para que sirvan como guía:


Algunas de las demandas más típicas por las que suelen acudir las personas que están en esta situación pueden ser:
  • Presentar síntomas crónicos vagos que no encajan con un diagnóstico de enfermedad concreto.
  • Historia de depresión.
  • Intentos de suicidio.
  • Ingesta crónica de tranquilizantes, abuso de alcohol.
  • Trastorno de estrés postraumático.
  • Problemas ginecológicos y disfunciones sexuales.
Po otro lado, su comportamiento en nuestra consulta suele responder con el siguiente patrón: suelen pedir consultas con frecuencia sin justificación lógica aparente, retrasos u olvidos de citas sin justificación lógica aparente y falta de atención o concentración.

En cuanto a la actitud con la que suelen acudir, es frecuente que se muestren de alguna de las siguientes formas:
  • Agresiva sin causa aparente.
  • Evasiva, con mirada huidiza, temerosa.
  • Deprimida o triste.
  • Desvalorización de sí misma (calificándose como torpe o incapaz).
Aunque tenemos que valorar cada caso por separado, estas son algunas de las indicaciones que podéis seguir para identificar posibles casos que podéis tener delante. ¡Espero que os sirva!

martes, 11 de noviembre de 2014

¿Soy resiliente?

La resiliencia no es un fenómeno de todo o nada, sino que es cuestión de cantidad. Una persona puede ser más resiliente y otra serlo menos. Por otro lado, dentro de la misma persona, puede haber también variabilidad dependiendo de las situaciones.

La investigación ha encontrado que existen diferentes características de personalidad que definen a las personas resilientes:
  • Control emocional: las personas resilientes se sienten cómodas con sus sentimientos y son capaces de expresarlos. La diferencia entre una persona resiliente y otra que no lo es, es la capacidad para recuperarse de esa emoción. Así, los resilientes, no se "atascan" en una emoción y, aunque se sientan tristes, dicha emoción no les impide hacer frente a la situación y seguir adelante.
  • Control de los impulsos: todos tenemos impulsos a hacer cosas y decir cosas que no son adecuadas. Los resilientes tienen la capacidad de frenar dichos impulsos, ya que han interiorizado que hay que "detenerse y pensar" antes de actuar.
  • Optimismo realista: las personas optimistas son más felices, más sanas, más productivas, son mejores resolviendo problemas y tienen menos probabilidades de deprimirse. Las personas resilientes poseen un optimismo realista, ya que no niegan los problemas, sino que se ven a sí mismas en cada situación de forma positiva.
    • Pensamiento flexible: implica ver los problemas desde diferentes perspectivas. Cuando una persona resiliente tiene un problema con otra, es capaz de verlo desde ambas perspectivas. Esta flexibilidad de pensamiento provoca un aumento en la probabilidad de encontrar soluciones adecuadas a los problemas, así como tener preparado un "plan B" por si la primera solución no funciona.
    • Autoeficacia: conocen cuáles son sus fortalezas y sus debilidades y eso les ayuda a manejarse en la vida. Además, al sentirse eficaces en el mundo, suelen tener una autoestima alta.
    • Empatía: los resilientes están interesados en los sentimientos y experiencias de los demás y quieren ayudarles cuando atraviesan momentos difíciles. Suelen tener amistades fuertes y saludables, que conforman una buena red de apoyo.
    • Asumir riesgos: son personas con confianza en sí mismos, por lo que tienden a intentar cosas nuevas, asumiendo riesgos con cautela, aún cuando no tengan claro que van a salir de las situaciones con éxito.

    martes, 4 de noviembre de 2014

    La resiliencia: "el arte de navegar entre torrentes"

    Generalmente, las ciencias humanas han dado mayor importancia a los estados psicopatológicos. Por este motivo, las descripciones de los pacientes se han centrado frecuentemente en las enfermedades y en el intento por descubrir las causas o factores que pudiesen explicar estos resultados, dejando a un lado a las personas que lograban superarse y salir adelante airosamente. 

    Sin embargo, en nuestra vida, y especialmente en la vida profesional, nos encontramos frecuentemente con personas que han vivido en situaciones de tragedia o estrés, que parecen difíciles o imposibles de superar. Desde hace mucho tiempo, la humanidad ha observado que algunos seres humanos logran superar estas condiciones severamente adversas y que, además, logran transformarlas en una ventaja o un estímulo para su desarrollo bio-psico-social.

    Debido a que este es uno de los temas que más me apasiona del campo de la Psicología, os escribo acerca de él, por segunda vez en este blog.

    Foto cortesia de Mario Otero

    A esta capacidad para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y ser transformado positivamente por ellas, es a lo que los psicólogos llamamos resiliencia.

    Para poder hablar de que una persona es resiliente deben darse, como mínimo, estas dos condiciones:
    • Haber vivido una situación de adversidad importante (como por ejemplo vivir en una familia disfuncional, tener una adicción, la ausencia de personas significativas que favorezcan nuestro desarrollo, haber sufrido una catástrofe con importantes consecuencias para la propia persona o el fracaso escolar).
    • La capacidad de superarse ante estas circunstancias complejas.

    Para finalizar, yo me quedo con la frase de Jaques Philippe "Las situaciones que nos hacen crecer de verdad son precisamente aquellas que no dominamos".

    La próxima semana, os hablaré de las características de personalidad de las personas resilientes. ¡Hasta la próxima semana!

    martes, 28 de octubre de 2014

    El árbol rojo

    Los libros nos transportan a otras realidades unos minutos de nuestras vidas, nos hacen disfrutar y nos ayudan a aprender cosas nuevas. A veces, los cuentos nos permiten vivir nuestros sueños a través de la vida del protagonista y de sus hazañas y nos hacen sentir miles de emociones. Por ello, me parecen un recurso importantísimo para favorecer nuestro desarrollo.

    A raíz de la entrada del blog que he escrito acerca del libro de Frances Allen, algunos de vosotros me habéis ido preguntando por algunos de los libros con los que yo suelo trabajar. Y, aunque la lista sería enorme, para la entrada del día de hoy os voy a escribir sobre uno de mis libros favoritos. Es un libro que no habla de técnicas psicológicas, ni de protocolos de trabajo, pero que a mí me hace sentir cosas muy especiales y, la mejor parte, es creo que soy capaz de transmitirlas con él también a los demás.

    El título del libro es El árbol rojo y su autor es Shaun Tan. Dicho autor es un conocido ilustrador y escritor australiano de libros para niños. Ha ganado ya numerosos premios, como el premio Crichton en 1995 o el reconocimiento de Libro Ilustrado del año CBCA en 1999.


    El libro relata la historia de una joven, a través del mundo de los sueños y la fantasía, que viaja de la desesperación hacia la búsqueda de la esperanza. Toda la historia se centra en los sentimientos de la protagonista del cuento, sin existir interacción con otros personajes. Y lo más impresionante, es que todas estas emociones son transmitidas al lector a través de unas increíbles ilustraciones y sólo unas pocas líneas de texto.

    Comienza con esta frase, con la que creo que todos nosotros nos podemos haber sentido identificados alguna vez, "A veces el día empieza vacío de esperanzas". Posteriormente, continúa con el relato de cómo ella camina cabizbaja por las calles de un mundo irreal, donde nadie entiende nada, donde el mundo es una máquina sin sentido y los problemas forman parte del día a día. La vida transcurre manchada por la confusión y la soledad, sintiéndose perdida, sin rumbo. Sin embargo, cuando parece que ya no hay retorno, que no hay salida, aparece la esperanza y lo ilumina todo con su luz.

    Realmente, es un libro esperanzador y mágico, que os recomiendo a todos.  Así que, ¡no perdáis vuestra oportunidad de soñar con el árbol rojo!

    martes, 21 de octubre de 2014

    Tengo cáncer, ¿en qué me puede ayudar un psicólogo?

    Cuando una persona es diagnosticada de una enfermedad grave, como puede ser el cáncer, su vida se ve modificada, tanto por el impacto de la propia enfermedad, como por las consecuencias que pueden conllevar los posibles tratamientos que suele recibir.

    Todos tenemos clara cuál es la labor del oncólogo en este proceso. Sin embargo, muchas personas dudan acerca de en qué cosas nos puede ayudar un psicólogo, debido a que él, evidentemente, no nos va a curar.

    Por ello, aprovechando que la semana pasada hemos recordado el Día Mundial del Cáncer, hoy os escribo acerca del trabajo que los psicólogos clínicos realizamos en dicho campo.
    La finalidad de nuestro trabajo es ayudar a que el paciente descubra, utilice y potencie sus propios recursos de afrontamiento ante el estrés del proceso, así como ayudar en la valoración de opciones y la toma de decisiones.

    Algunos de los objetivos más importantes de la intervención son los siguientes:
    • facilitar la adaptación a una situación cambiante y de alto riesgo.
    • disminuir las percepciones de amenaza, sean de la índole que sean.
    • fortalecer la percepción de control y otros recursos, tanto internos como externos, de tal modo que la percepción del sufrimiento disminuya y aumente la capacidad de afrontamiento activo.
    • manejar el dolor y el sufrimiento, debido a que la enfermedad afecta a cuestiones como el sentido de la vida, el significado de la esperanza, el hecho de la muerte, etc.
    Por último, cada día se considera que la intervención psicológica, en paralelo a la médica que ya está teniendo el paciente, es más importante. Esto se debe a la evidencia, cada vez mayor, de la relación entre experiencia emocional e inmunodependencia.

    martes, 14 de octubre de 2014

    La importancia de la salud mental

    El día 10 de octubre de cada año se celebra el Día Mundial de la Salud Mental. Durante este día, se organizan numerosos actos para tratar de promover la salud mental entre la población. 

    Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuando hablamos de salud no nos referimos únicamente a la física. La OMS define la salud como el estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. Por tanto, siguiendo esta definición, debemos centrarnos en que las personas se sientan saludables en las tres citadas esferas.

    Según numerosos estudios, recientemente ha aumentado el número de personas que son atendidas en Atención Primaria por un trastorno mental. Por otro lado, también se está produciendo un aumento del consumo de psicofármacos por la población general.


    Sin embargo, a pesar de que la demanda de los tratamientos psiquiátricos y psicológicos para los trastornos mentales va en aumento, el número de profesionales que atienden a estos pacientes en los dispositivos asistenciales (en especial los psicólogos clínicos) está reduciéndose.

    Todo ello, puede poner en riesgo el adecuado cuidado y tratamiento de estos pacientes, hecho que dificulta aún más que puedan adaptarse a las exigencias de la sociedad y continuar adelante con sus vidas de la forma menos dolorosa posible.

    A todas estas limitaciones hay que añadir, por desgracia, que las personas que sufren algún trastorno mental son discriminadas en muchas situaciones por el mero hecho de padecer esta patología, la cuál ellos no han escogido ni han hecho nada para merecerla.

    Por todas estas razones y muchas otras que no tengo espacio para nombrar, creo que debemos esforzarnos para que los derechos de todas estas personas que padecen algún trastorno mental se tengan en cuenta y puedan vivir con la calidad de vida que todos nos merecemos. 

    martes, 7 de octubre de 2014

    ¿Somos todos enfermos mentales?

    He decido titular la entrada del blog del día de hoy como el título de un libro que he conocido recientemente y que me ha parecido muy interesante.

    El autor de dicho libro es Allen Frances. Frances es un psiquiatra norteamericano que presidió el grupo de trabajo del DSM-IV (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), manual en el que se describen y clasifican los diferentes tipos de patologías mentales.


    Para él, el problema es que no existe una definición clara de lo que es "normal". Por tanto, la valoración de lo que es normal o no, dependerá del criterio que podamos usar para ello.

    Así, en función del criterio empleado, el duelo puede ser considerado como un proceso normal que las personas realizamos después de la muerte de un ser querido o, tal y como indica el manual diagnóstico que arriba he citado (el DSM-IV), si la intensidad de los síntomas que presenta la persona es alta, puede ser diagnosticado, pasados los dos meses, como un trastorno depresivo.

    Lo mismo sucede con otros problemas, como los trastornos relacionados con problemas en la atención, tales como el conocido TDAH. Muchas personas son diagnosticadas de este problema por presentar dificultades para atender, cuando dichas dificultades pueden ser consecuencia de cualquier otro problema, como por ejemplo tener un trastorno de ansiedad o, simplemente, aparecer en personas más despistadas que otras.

    Estos son solamente dos ejemplos, pero la realidad es que la tendencia actual es considerar que la ansiedad, las preocupaciones, la tristeza o el mal comportamiento de los niños son patológicos. Sin embargo, en realidad, son emociones que forman parte de nuestras vidas, siendo normal sentirse de esa forma en muchos momentos de nuestra existencia sin tener que ser necesariamente disfuncionales. 

    martes, 30 de septiembre de 2014

    ¿Quién fue Alois Alzheimer?

    La semana pasada os he hablado del largometraje Arrugas, en relación a la demencia Alzheimer. Hoy, he pensando escribiros acerca de Alois Alzheimer, quien ha dado nombre a esta enfermedad. 

    De pequeño, Alois sacaba buenísimas notas, sobre todo en ciencias. Un profesor le explicó que si miraba por el microscopio podría ver cómo era el cerebro: "allí había muchas células, unos seres más pequeñitos que las moscas y las pulgas". Se quedó muy sorprendido al verlas.

    Con 19 años, decidió estudiar la carrera de Medicina. Al finalizarla, comenzó a trabajar de médico. Eran sólo 3 para tratar a 250 enfermos.


    Posteriormente, en Munich, encontró un laboratorio en el cuál pudo empezar a trabajar. Lo había creado Emil Kraepelin (un psiquiatra alemán muy reconocido). En este contexto, Alois le indicó a un compañero que, de los pacientes que había visto, había una enfermedad que no comprendía, no sabía porqué se producía. Era una enfermedad sin nombre. 

    Dicha enfermedad, ocasionaba una importante pérdida de memoria a las personas que la padecían, lo cuál dificultaba que pudiesen llevar una vida normal. Él había visto casos en los que una mujer había dejado la olla al fuego, olvidándose de sacarla, u otros en los que alguien salía a la calle y era incapaz de volver a su casa porque no recordaba la dirección de dónde vivía. No recordaban sus nombres, ni el de sus propios familiares o las palabras que les acababan de decir y hablaban de forma incoherente. Alois pensaba que algo no estaba funcionando bien en su cerebro.

    A partir de este trabajo, Alois presentó una comunicación el 4 de noviembre de 1906, en la XXXVII Conferencia de Psiquatría del Sudoeste Alemán, en Tübingen. En dicha presentación, hablaba del célebre caso de Auguste D., una mujer de 51 años que sufría una enfermedad no descrita hasta el momento. Presentaba una importante pérdida de memoria, desorientación, alucinaciones y demencia. Además, Alois explicaba que en su cerebro había ciertas anomalías, en comparación con un cerebro normal, las cuáles, hoy en día, siguen siendo las principales características de la enfermedad de Alzheimer.

    Brevemente, esta es la historia de Alois Alzheimer, que Mª Ángeles Sánchez-Ostiz cuenta con una perspectiva un tanto especial: su libro Alois va dirigido a los más pequeños de la casa, de forma que podamos explicarles a ellos también en qué consiste esta enfermedad tan compleja. ¡Os lo recomiendo a todos!

    martes, 23 de septiembre de 2014

    Arrugas

    El pasado domingo, día 21 de septiembre, se ha celebrado el Día Mundial del Alzheimer, lo cuál ha traído a mi memoria una historia personal que uno de mis lectores me contó hace ya unos meses. Recuerdo que me pareció un relato lleno de cariño, de amor y de comprensión, pero muy triste a la vez. Dicha historia trataba de la enfermedad que estaba atravesando su abuela, el Alzheirmer.

    Y, hablando del Alzheimer, no podía dejar de nombraros un largometraje de animación muy especial: Arrugas. Este largometraje ha sido diseñado para el público adulto y ha resultado ganador de numeros premios como: mejor película de animación por el Festival de Cine de Animación de Stuttgart o mejor producción europea en el Cartoon Movie 2012. Se basa en el cómic del mismo título de Paco Roca, que ha sido Premio Nacional de Cómic en el año 2008.


    Arrugas narra la amistad entre Emilio y Miguel, dos ancianos recluidos en un geriátrico. Emilio, que acaba de llegar a la residencia en un estadío inicial de Alzheimer será ayudado por Miguel y otros compañeros para no acabar en la planta superior de la residencia, el temido piso de los asistidos, que es como llaman allí a los desahuciados.

    Aunque es una historia triste, sus creadores han sabido darle una perspectiva incluso cómica en algunos momentos. ¡Espero que os guste!

    Podéis ver el trailer en este enlace: 


    martes, 16 de septiembre de 2014

    ¿Cómo puedo favorecer que mi hijo hable de cómo le ha ido en el colegio?

    Con la vuelta al cole, es muy común que los padres se preocupen acerca de si sus hijos están contentos o no con su nuevo profesor, con sus compañeros de clase, etc.

    Aunque algunos niños sí tienen más interés en comentar cómo les ha ido en el colegio, es bastante normal que a los pequeños de la casa  no les guste demasiado hablar acerca de lo que han hecho en clase.

    Por ello, a veces, puede resultar complicado que los niños expresen si han disfrutado, si han aprendido algo nuevo, etc. Por esta razón, es muy importante saber cómo podemos actuar para favorecer que nos cuenten algo.


    En el caso de los niños que tienen más dificultad para comentar este tipo de cuestiones, no suele ser muy recomendable preguntarle una y otra vez hasta que acaban "soltando prenda".

    Hay diversos momentos en los cuáles puede ser más sencillo iniciar una conversación acerca de lo que hemos hecho durante el día, como puede ser la hora de la comida o la cena. En esos momentos, los padres pueden empezar a hablar acerca de cómo les ha ido el día en el trabajo o en casa. Si esto es algo que se repite, el niño acabará sintiendo la necesidad de participar y comentar cómo le ha ido a él también. 

    Por otro lado, es muy importante que, en los momentos en que el niño habla, se le escuche atentamente para que él/ella vea que lo que tiene que comentar es relevante y despierte las ganas de comunicarse con nosotros.

    martes, 9 de septiembre de 2014

    ¡Vuelta al cole!

    Con el mes de septiembre viene la vuelta al cole. Los niños, que han disfrutado de varios meses de vacaciones, tienen que retomar sus obligaciones, como también lo hacemos los adultos, por lo que tienen que iniciar el período de escolarización que durará hasta el mes de junio del próximo año.

    Hasta ese momento, son muchos los días que quedan hasta las vacaciones, las dificultades, los aprendizajes y los nuevos retos que tendrán que afrontar. Por ello, es importante que los padres ayuden a sus hijos en el inicio del nuevo curso escolar.


    Algunas de las recomendaciones que podemos tener en cuenta para facilitar su adaptación al colegio son las siguientes:
    • Ir adaptándose poco a poco a los nuevos horarios. Es aconsejable que, unos días antes del inicio del colegio, vayamos acostumbrando a los niños a los nuevos horarios que tendrán durante todo el curso comenzando, por ejemplo, a levantarse y acostarse algo más temprano.
    • No hablarle continuamente del colegio. El colegio es un aspecto más en la vida de nuestro hijo, pero no puede llegar a ser casi el único tema del que hablemos todos los días.
    • Recogerle de los primeros, porque puede crear bastante incertidumbre para el niño ver cómo los papás del resto de sus compañeros los van a buscar y no ver a sus propios padres.
    • Cumplir las promesas que le hacemos al niño. Esta es una recomendación a tener en cuenta siempre, independientemente de la situación, pero muy importante en el caso del colegio. Por ello, si le decimos que después del cole le llevaremos al parque, debemos intentar mantener nuestra promesa.
    • Fijar unas normas sobre el uso de la televisión, los videojuegos, etc. Debido a que, con el inicio del colegio, van a disponer de menos tiempo para actividades de ocio, es adecuado limitar el tiempo que podrán usar para ese fin.
    • Crear un espacio específico para estudiar. Es muy importante disponer de una habitación con una mesa en la que el niño tenga un espacio para poder estudiar, libre de ruídos y con una iluminación adecuada. 

    martes, 2 de septiembre de 2014

    "El otro tipo de maltrato"

    Generalmente, cuando hablamos de maltrato, a nuestra cabeza viene la violencia física. Aunque cada día oímos hablar más acerca del maltrato psicológico, siendo ya un tema bastante repetido en nuestra sociedad, siguen existiendo problemas para delimitarlo, detectarlo y saber a qué nos referimos cuando hablamos de él.

    Juan Luis Linares define el maltrato psicológico como "la conducta que, por acción u omisión, atenta contra la integridad psciológica o física de una persona". Según este reconocido autor, cuando observamos que una persona está siendo víctima del maltrato físico, también lo suele ser del maltrato psicológico.  


    Continuando con el tema de la terapia familiar que hemos comenzado hace unas semanas, me centraré en el maltrato psicológico familiar, dentro del cuál existen diversos tipos: 
    • Deprivaciones: se trata de parejas con relaciones armoniosas entre ellos, pero que han descuidado el cuidado de los hijos. Este subtipo es bastante complicado de detectar, ya que generalmente se suele observar el maltrato cuando es uno de los cónyuges quien da la voz de alarma. En este caso, se trata de personas que se encuentran muy atrapadas en muchas obligaciones y desatienden sus responsabilidades parentales.
    •  Triangulaciones: suelen ocurrir cuando existen problemas en la relación de pareja de los cónyuges. Debido a ellos, uno de los padres, busca apoyo en uno de los hijos, enviándole mensajes del tipo: "vente conmigo, yo sí que te entiendo" o "si no estás de mi parte, atente a las consecuencias". Estos padres, aunque muy centrados en sus hijos (su salud, su bienestar, su formación...), olvidan que, cuando el hijo escoge ponerse de su parte en contra del otro progenitor, está siendo víctima de esta trama creada por los padres, recibiendo un gran impacto negativo. 
    • Caotizaciones: en este tipo existe un considerable deterioro tanto en las relaciones de la pareja como con los hijos. En este caso, el problema suele ser más visible y se suele acompañar de unas consecuencias, a nivel psicológico, que pueden llegar a ser bastante importantes.
    Aunque dentro de cada uno de estos subtipos existen grados de gravedad y todos los casos pueden ser diferentes, debemos tratar de detectar aquellos en los que se está produciendo cualquiera de estos tipos de maltrato y tratar de ayudar a las personas que lo sufren. 
    Fuente: Linares, J. L. (2012). Terapia familiar ultramoderna. La inteligencia terapéutica. Barcelona: Herder.

    martes, 26 de agosto de 2014

    ¿Qué familias acuden a nuestra consulta?

    Después de las entradas sobre terapia familiar que he escrito estas dos semanas, varios de vosotros me habéis preguntado qué tipo de familias son las que acuden a nuestras consultas. Aunque no es una pregunta sencilla de contestar, debido a que cada familia es diferente y acude por unos motivos muy personales, hay una serie de casos que suelen presentarse en nuestra puerta para recibir atención psicológica por diferentes motivos.


    A modo de resumen, os presento algunos de los casos que nos podemos encontrar en nuestra práctica habitual:
    • Generalmente, acuden familias que traen claramente reconocido un paciente identificado entre sus miembros. Esta persona a la que han identificado como la portadora del problema, suele ser uno de los hijos, aunque a veces puede ser también uno de los progenitores. Es muy común que en estos casos, la familia piense que el problema es propio de esa persona que está "enferma" y que ellos no han contribuído de ninguna forma a la aparición de los síntomas o, lo que es más probable, al mantenimiento de los mismos. Alguno de los casos más comunes que podemos recibir de este tipo pueden ser familias en las cuáles el hijo tiene un trastorno alimentario o un trastorno de conducta.
    • Otro caso que nos podemos encontrar son familias multiproblemáticas. Entendemos por familias multiproblemáticas aquellas en las que existe una situación de maltrato, drogadicción, aislamiento o desorganización. Aunque estas familias también pueden acudir con un paciente identificado como las anteriores, suele estar más claro que existe un problema a nivel familiar debido a la falta de comunicación entre los miembros de la familia y desorganización de la misma, por ejemplo.
    • También es relativamente común recibir familias que acuden tras la separación de los padres. El divorcio de los padres puede ser una situación muy estresante para los hijos y, si no se realiza de forma pacífica, implicando a los niños en el proceso lo menos posible y se les explica en términos que ellos puedan comprender, puede dar lugar a problemas. Sin embargo, tampoco debemos alarmarnos pensando que esto es lo que sucede normalmente.
    Aunque existen muchos otros casos por los que podemos atender a una familia en nuestras consultas, he escogido algunos de los que suelo atender con más frecuencia. La próxima semana escribiré de forma más detallada acerca de los casos que implican una situación de maltrato. ¡Hasta la próxima!

    martes, 19 de agosto de 2014

    El amor

    Continuando con el tema de la terapia con familias que hemos iniciado la semana pasada, hoy os escribo acerca de un tema tan importante como el amor en la familia.

    Según autores tan reconocidos en la Terapia familiar como Linares (2012), el amor es un complejo fenómeno relacional que incorpora elementos cognitivos y pragmáticos a los componentes emocionales, lo cuál quiere decir que el amor no sólo implica sentimientos, sino también pensamientos y formas de actuar. Sin embargo, no llega con que nosotros pensemos, sintamos o nos comportemos de una determinada manera, sino que el otro debe percibirlo de igual forma para poder llegar a sentir que lo "queremos".


    De esta forma, hay diversos factores que deben estar presentes para que nuestros hijos se sientan queridos:
    • Reconocimiento: es uno de los componentes cognitivos del amor. Consiste en la aceptación de la existencia del otro. Y aunque esto parece muy sencillo, un padre que afirma "quiero que mi hijo sea abogado como yo", está fallando en reconocer a su hijo como alguien diferente a él, que puede pensar de otra manera y decidir con su vida de distinta forma.
    • Valoración: es otro componente cognitivo del amor. Consiste en apreciar las cualidades del otro aunque sean distintas de las propias. La falta de valoración llevaría a la descalificación de la otra persona, lo cuál podría provocar una baja autoestima.
    • Cariño: es el componente emocional del amor. Incluye sentimientos de entrega y de disponibilidad para el otro. En algunas ocasiones, el cariño puede no estar presente y los padres pueden sentir indiferencia hacia su hijo, aunque es más probable que las emociones sean más bien las inversas (odio, irritabilidad, etc...).
    • Sociabilización: hace referencia al componente pragmático. Supone el compromiso que deben asumir todos los padres de garantizar la visibilidad social de sus hijos. Además, los padres deben protegerlos frente a posibles agresiones procedentes del entorno social en el que viven.
    Todos estos factores son importantes para que nuestros hijos sean personas independientes, establezcan relaciones saludables con otras personas, se sientan capaces de afrontar la vida y puedan tomar sus decisiones por sí mismos.

    Fuente: Linares, J. L. (2012). Terapia familiar ultramoderna. La inteligencia terapéutica. Barcelona: Herder.

    martes, 12 de agosto de 2014

    Cuando la familia acude a consulta

    Desde que nacemos, nuestra familia es el primer grupo de personas con el que establecemos intensas relaciones de intimidad, reciprocidad y dependencia. La familia nos apoya y permite nuestra supervivencia. De ellos aprendemos una infinidad de cosas: a hablar, a caminar, a socializarnos, etc.

    La relación que podamos establecer con esas personas tan relevantes para nosotros puede actuar de dos formas: ayudando o entorpeciendo nuestro desarrollo personal.

    En la historia de la Psicología siempre se ha considerado que la familia es uno de los grupos humanos en los que, con más probabilidad, pueden aparecer problemas. Por otro lado, también es cierto que la familia es uno de los grupos en el que, con más frecuencia, se suelen solucionar dichos problemas, debido a que su principal objetivo es permanecer unidos y cuidar los unos de los otros.

     Sin embargo, hay ocasiones en las que la familia por sí misma no es capaz de resolver el problema y empieza a causar un fuerte deterioro en las relaciones de los miembros que la forman. Es en este momento en el que algunas familias deciden pedir ayuda a profesionales de la Psicología.

    Cuando quien acude a consulta con un problema es una familia y no una persona individualmente, tenemos en cuenta que estos dos presupuestos:
    • la familia influye en los procesos psicológicos de cada uno de sus miembros (su forma de pensar, su comportamiento, etc).
    • el cambio en el comportamiento de un sólo miembro de la familia, va a dar lugar a un cambio en el total de la familia.
    Por ello, en general las sesiones de terapia con una familia suelen ser más efectivas que las individuales en términos de recursos, tiempo y número de consultas, ya que podemos trabajar con todos los miembros del sistema familiar al mismo tiempo y todos trabajan para conseguir el mismo objetivo: conseguir que vuelva a haber una buena relación en la familia.

    martes, 5 de agosto de 2014

    ¿Cómo "sobrevivir" a unas vacaciones en familia?

    Las vacaciones son la época más esperada por todos a lo largo del año, debido a que nos permiten descansar y desconectar de los problemas cotidianos. Normalmente, aprovechamos para pasar estos momentos con las personas a las que más queremos, por lo que solemos compartir estos momentos con la familia, la pareja o los amigos.

    Sin embargo, en algunas ocasiones puede llegar a ser estresante tener que compatibilizar los gustos de cada uno, como por ejemplo llevar a los niños a las actividades infantiles y realizar otro tipo de ocupaciones que nos interesan a cada uno de nosotros.


    Este verano, el periódico El Mundo, ha publicado una serie de recomendaciones para que las vacaciones sean un momento agradable para todos. Algunas de ellas son las siguientes:
    •  Actividades para los niños: la idea es tratar de respetar los gustos de cada niño a la vez que buscamos que aprendan cosas nuevas, se relacionen con otros niños de su edad y desarrollen habilidades.
    • Compartir momentos con nuestros hijos: es conveniente recordar que para los niños es muy importante pasar momentos de disfrute con sus padres. Los niños valoran mucho más tener espacios que compartir con ellos que una agenda llena de actividades interesantes.
    • Reservar un tiempo para disfrutar a solas con la pareja, independientemente del resto de la familia: es aconsejable planificar ese momento igual que hacemos con cualquier otra actividad y no dejarla al azar o para cuando haya tiempo libre.
    • Planificar momentos de descanso individual de los padres: es preciso que ambos padres se repartan las responsabilidades de los niños para que cada uno pueda disfrutar de algún momento de ocio o descanso en solitario, mientras los niños están siendo cuidados por el otro.
    Además de todas estas recomendaciones, es aconsejable recordar siempre los objetivos de las vacaciones: disfrutar, desconectar, salir de la monotonía y relajarse. Por ello, una enseñanza muy importante para nuestros hijos es que aprendan a buscar estos momentos de relax y desconexión y no solamente a cumplir con sus deberes cotidianos, los cuáles, hoy en día, son muchos.

    martes, 22 de julio de 2014

    ¿Los niños pueden tener depresión?

    Tradicionalmente, era muy común pensar que la depresión en los niños no existía. Sin embargo, a día de hoy sabemos que los niños se deprimen, como también lo hacen los adultos. A pesar de esto, sigue infradiagnosticándose porque los criterios diagnósticos son los mismos para ambas edades, aunque las manifestaciones que presentan son diferentes.

    Como ya os he explicado en la entrada que escribí hace unos meses acerca de este trastorno (¿Me siento triste o tengo depresión?), la depresión es altamente incapacitante y causa un elevado malestar a la persona que la padece, por lo que es muy importante poder detectarla lo antes posible y ayudar a quien la está sufriendo.


    Entonces, ¿cómo podemos reconocer cuándo un niño está deprimido? 

    Debido a que hasta los 6 años no estamos preparados para poner adecuadamente en palabras lo que sentimos, nuestros conflictos psicológicos o descontento, cuando en la infancia se sufre un trastorno depresivo, se manifiesta de diferente forma que los adultos. Por ello, los niños suelen expresar su malestar, en mayor medida, con sintomatología física y a través de su comportamiento.

    Algunas de las manifestaciones que pueden aparecer son las siguientes:
    • Problemas para dormir.
    • Problemas para comer adecuadamente, generalmente con pérdida del apetito.
    • Intolerancia a la menor frustración.
    • Se suelen mostrar la mayor parte del tiempo como niños pasivos, que no exploran el medio que les rodea.
    • Tristeza, que es muy común que en niños se manifieste con constantes muestras de enfado e irritabilidad.
    • Sentimientos de desvalorización e incapacidad para hacer las cosas.
    • Sentimientos de "no ser querido".
    Por tanto, si observamos que un niño presenta de forma continuada estos síntomas que no remiten, puede ser muy útil buscar la ayuda de un profesional, para que valore si el niño está presentando un trastorno depresivo y poder ayudarle.

    martes, 15 de julio de 2014

    ¿Qué puedo hacer cuando mi hijo tiene miedo?

    Como ya hemos comentado en la entrada de la semana pasada "Tengo miedo a la oscuridad", la infancia es una época de la vida en la cuál es muy común tener miedos. Muchos de ellos desaparecerán con el tiempo de forma espontánea, aunque otros permanecerán algún tiempo más. 

    Tal y como os he explicado, los miedos suelen aparecer en los primeros años de la infancia, una edad en la que el niño aún no es capaz de entender, por sí mismo, el mundo que le rodea y no puede separar lo que es real de lo imaginario. Por tanto, los miedos tendrán un poder sobre él/ella importante, ya que anticiparán todo lo malo que les puede pasar cuando se sienten así.


    Para los padres es complicado observar que su hijo tiene miedo a algo y que lo está pasando mal. Por ello, es bastante común que reaccionen de estas dos formas: 
    • se preocupan en exceso porque ven que su miedo va a más en lugar de desaparecer y tratan de protegerlo de todo aquello a lo que teme o, 
    • tienden a ignorar la angustia que siente, forzándole a afrontar aquella situación que le aterra y no permiten que exprese la ansiedad diciéndole frases como "No te asustes, no te pongas así...".

    Cualquiera de las dos estrategias descritas anteriormente suelen ocasionar la cronificación del problema, evitando así que el miedo pueda desaparecer naturalmente.

    Por tanto, para ayudar a que los miedos de nuestro hijo no empeoren es muy importante transmitirle seguridad y dejarle que exprese sus sentimientos. También es necesario recordar que no es conveniente estar exponiéndole a aquello que le da miedo continuamente, ni forzarle a que lo haga cuando no se siente preparado. 

    La idea es que afronte poquito a poco sus miedos, para lo que podemos acompañarle a esos sitios que le asustan, mostrándole que estamos a su lado y que le apoyaremos en todo momento. Iremos reforzando todos los pequeños acercamientos que haga al objeto temido, por muy pequeños que sean. Por otro lado, es muy importante dar ejemplo con nuestra propia conducta, de forma que nuestro hijo pueda ver que el miedo es algo normal, que a nosotros también nos asustan algunas cosas y que hacemos intentos por superarlas. Ese será un gran aliciente para él.

    martes, 8 de julio de 2014

    "Tengo miedo a la oscuridad"

    Continuando con el tema de la psicología infantil que inicié la semana pasada, hoy os escribo acerca de los miedos en la infancia.

    Como ya he comentado en las dos entradas que escribí acerca del miedo y la ansiedad  tituladas "Miedo" y "Lo que siento es... ¿miedo o ansiedad?", el miedo es una emoción básica y necesaria para la supervivencia. Sin embargo, existen ocasiones en las cuáles puede llegar a ser desadaptativo y crear problemas a la persona que lo siente.

    La infancia es uno de los momentos evolutivos en los que es más común tener miedos. Todos conocemos a un niño o un adulto que afirma haber tenido miedo a la oscuridad o a ciertos animales en la niñez. 


    Algunos de los miedos más comunes en la infancia son:
    • Primera infancia: Cuando todavía son bebés, los niños suelen tener miedo a los ruidos fuertes, a la separación de sus figuras de apego, a las alturas, etc.
    • 2-4 años: Suele ser muy común en esta etapa el miedo a la oscuridad y a los monstruos. También se mantienen los miedos de la etapa anterior.
    • 5-7 años: A esta edad suelen comenzar los miedos a los animales y a cualquier acontecimiento que suponga un peligro físico como, por ejemplo, tener un accidente o el trueno.
    • 8-12 años: Coincidiendo con la época en la que a los niños se les exige más en el rendimiento académico, el miedo más importante en esta etapa se centra justamente en eso: no poder rendir adecuadamente y "ser tonto" (tal y como a veces se definen cuando tienen más dificultades que otros niños).
    Aunque señalemos estos miedos como típicos de la infancia, es importante recordar que algunas personas continúan teniendo estos mismos miedos en la edad adulta. De hecho, el miedo a determinados animales como las serpientes es muy prevalente en población normal.

    martes, 1 de julio de 2014

    Cuándo los niños acuden al psicólogo

    Cuando los niños acuden a la consulta de un psicólogo se produce una situación un tanto especial. Los niños no vienen por decisión propia, sino porque otras personas han pensado que deben acudir para buscar ayuda. Esas personas generalmente suelen ser el profesor, el orientador del colegio, el pediatra o sus propios padres.

    Por lo tanto, un aspecto interesante puede ser decidir quién acudirá a la primera consulta: solamente los padres o los padres y el niño. Aunque no existen normas a seguir acerca de esto, en ocasiones puede ser recomendable que acudan en un primer momento los padres y posteriormente traigan al niño en la próxima sesión para poder evaluarlo.


    En esta primera consulta, ellos pueden darnos su opinión y su visión de lo que le ocurre al niño, sin tener que presenciar éste la conversación en la que se relatan todas sus dificultades. Además, en esta sesión podemos trabajar con los padres cómo le explicarán al niño que va a ir a la consulta de un psicólogo.

    En la consulta con el niño, nuestro objetivo fundamental es establecer una buena relación con él, para luego poder trabajar el motivo por el que lo traen a tratamiento.

    Inicialmente, es muy importante poder conocer cómo es el niño, qué cosas le gustan, cómo disfruta de su tiempo libre, a qué juega, etc. También es relevante conocer si tiene amigos y qué tal le va en el colegio independientemente de cuál sea el problema por el que ha venido.

    Después de habernos ganado la confianza del niño y de que vea nuestra clínica como un lugar en el cual puede estar a gusto, hablar de lo que desee, jugar y pasar un rato entretenido, podemos trabajar a través de diferentes métodos o técnicas el motivo de la consulta. Una de las técnicas que más utilizamos es el dibujo.

    Para finalizar, no quería terminar este post sin dar las gracias a Kutxi Pacheco, por haberme permitido usar una fotografía tan especial como ésta.

    martes, 24 de junio de 2014

    Erikson y las etapas de la vida

    Erikson fue un psicoanalista de origen alemán, que dedicó su vida al estudio de la Psicología Evolutiva, tratando de conocer cómo se desarrolla nuestra personalidad.  

    Este autor elaboró una teoría del desarrollo de la identidad y la personalidad, a la cual denominó teoría psicosocial. En dicha teoría, Erikson describe las ocho etapas o estadíos por los que pasa una persona a lo largo de su vida. Cada etapa supone un conflicto o una crisis a la que nos enfrentamos para ir desarrollando nuestras capacidades y habilidades.


    Las ocho etapas son las siguientes:
    • Confianza básica vs. desconfianza (desde el nacimiento hasta los 18 meses aproximadamente): es una fase muy importante porque aparece la confianza hacia los demás a través del vínculo que el bebé desarrolla, generalmente, hacia su madre. Este sentimiento de confianza será el que, en el futuro, nos haga sentirnos seguros aunque las circunstancias puedan ser complicadas a nuestro alrededor.
    • Autonomía vs. vergüenza y duda (desde 18 meses a los 3 años): el niño empieza a ser más independiente y va explorando las cosas que lo rodean. Si se anima al niño en esta labor, se vuelve más confiado en su propia capacidad para manejarse en el mundo. Si sucede lo contrario, el niño será más dependiente de los demás.
    • Iniciativa vs. culpa (desde los 3 hasta los 5 años): esta etapa se desarrolla a través del juego. El niño va adquiriendo aprendizajes y comienza a mostrar iniciativa, mediante la cual toma sus propias decisiones. Si esto se ve frustrado, en los niños aparecerá la culpa.
    • Laboriosidad vs. inferioridad (desde los 5 años hasta los 13): etapa centrada en la escolarización. El niño siente deseo de hacer actividades con otros niños y se va sintiendo orgulloso por sus logros. Si no aparece esta satisfacción, puede sentirse incapaz de hacer las cosas bien y desarrollarse el sentimiento de inferioridad.
    • Búsqueda de identidad vs. difusión de la identidad (desde los 13 hasta los 21 años): a esta edad se experimenta la búsqueda de la identidad individual de cada uno de nosotros. En esta fase, es normal sentir cierta confusión acerca de lo que somos.
    • Intimidad frente a aislamiento (desde 21 a los 40 años): las personas establecemos relaciones con un mayor grado de intimidad y con más compromiso que anteriormente. Si evitamos las relaciones, podemos caer en el aislamiento y la soledad.
    • Generatividad vs. estancamiento (de los 40 años a los 60): este período se relaciona con la  familia y el cuidado de los hijos. En este momento, aportamos algo de nosotros a la sociedad mediante el trabajo que desempeñamos y la siguiente generación a la que estamos criando. Según Erikson, si no alcanzamos estos objetivos, podemos quedarnos estancados.
    • Integridad vs. desesperación (desde los 60 hasta la muerte): se corresponde con la etapa del envejecimiento y la jubilación. En esta fase, podemos revisar nuestra vida y sentirnos agusto con ella, orgullosos. Sí es así, se consigue la integridad. Sin embargo, es también una época difícil porque, con alta probabilidad, tendremos que vivir el fallecimiento de personas significativas para nosotros, afrontar nuestra propia enfermedad, etc. Todo ello, puede contribuír a la desesperación.

    martes, 17 de junio de 2014

    ¿Cómo resolver los conflictos en la pareja?

    Continuando en la línea de la semana pasada, hoy he decidido escribiros acerca de cómo resolver los conflictos que aparecen en las parejas.

    Con bastante frecuencia podemos escuchar, cuando una pareja tiene problemas, que lo que les ocurre es que "no nos comunicamos". Sin embargo, ya en la década de los 60, Watzlawick, Beavin y Jackson nos enseñaron que es imposible no comunicar. Aunque no digamos nada verbalmente, un simple gesto, la expresión facial de enfado o alegría pueden "hablar" por nosotros y decir mucho más que nuestras palabras.

    Por tanto, esta queja no es correcta, aunque sí que es relativamente común que la comunicación que mantienen ambos miembros de la pareja sea inadecuada para solucionar los conflictos existentes.


    Para Carmen Campo, comunicarse adecuadamente significa "poder articular bien el uso de los canales verbales y no verbales" (como por ejemplo los gestos, podéis leer más acerca de la comunicación verbal y no verbal aquí: http://goo.gl/naDTnA). Sin embargo, esto no es algo precisamente sencillo, ya que el manejo que cada uno de nosotros hacemos del lenguaje tiene que ver principalmente con cómo somos nosotros mismos, lo que hemos aprendido en nuestra familia y la cultura de la que formamos parte.

    Algunas recomendaciones para que nuestra comunicación sea lo más eficaz posible son las siguientes:
    • Emplear fórmulas positivas cuando hablamos, en vez de acusar al otro cuando hace algo que no nos agrada.
    • Buscar el momento oportuno para hablar de los problemas, debido a que durante una discusión no estamos en las mejores condiciones para poder solucionar nuestras diferencias.
    • Seleccionar las batallas. Suele ser recomendable seleccionar aquellas quejas o peticiones que queremos hacer a nuestra pareja, en vez de estar constantemente repitiendo todo lo que nos molesta.
    • Aprender a ser asertivo. Entendemos por asertividad la capacidad de reconocer y defender las propias necesidades y poder decir "no" ante situaciones que valoremos como no convenientes para nosotros. 
    • Nunca dar por supuesto que el otro miembro de la pareja tiene las mismas necesidades que nosotros o sabe qué es lo que nos ha parecido mal. Por tanto, es muy importante decir las cosas explícitamente.

    Fuentes:
    • Watzlawick, P., Janet, B. y Jackson, D. (1981). Teoría de la Comunicación Humana. Barcelona: Herder (Edición original de 1967).
    • Campo, C. y Linares, J. L. (2002). Sobrevivir a la pareja. Barcelona: Planeta.

    martes, 10 de junio de 2014

    ¿Tú y yo somos una pareja?

    En ocasiones, las apariencias pueden engañar y podemos ver a dos personas que pasan mucho tiempo juntas. Sin embargo, eso no significa necesariamente que constituyan una pareja.

    Por tanto, lo primero que debemos aclarar es qué entendemos por pareja. Para ello, nos basaremos en la definición dada por Carmen Campo, psicóloga clínica de la Unidad de Terapia Familiar del Hospital Sant Pau (Barcelona) y especialista en terapia de pareja. Ella indica que la pareja está formada por dos personas procedentes de familias distintas, generalmente de diferente sexo, que deciden vincularse afectivamente para compartir un proyecto común. Dicho proyecto incluye apoyarse y ofrecerse cosas importantes mutuamente, en un espacio propio que excluye a otros, pero que también interactúa con el entorno social.

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    Otro aspecto realmente importante y que muchas veces pasa desapercibido es que los miembros de la pareja deben llegar a ciertos acuerdos decisivos para asentar los fundamentos de la misma. Hay tres grandes áreas en las que son necesarios dichos acuerdos para que se constituya la relación: los afectos, la jerarquía interna y los proyectos básicos.

    Sin embargo, cuando no se llega a dichos acuerdos y los puntos básicos no son coincidentes, no se consigue establecer una definición común de lo que cada uno entiende por pareja, de lo que necesita y de lo que quiere. Esto muchas veces implica una hipoteca de la pareja ya que, desde sus inicios, queda bloqueada en su desarrollo.

    Por tanto, para Carmen Campo no se puede hablar de pareja si sus miembros no tienen razonablemente claro qué significa para ellos quererse, quién toma las decisiones en las diversas áreas y qué piensan hacer juntos en el futuro.

    Fuente: Campo, C. y Linares, J. L. (2002). Sobrevivir a la pareja. Barcelona: Planeta.