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martes, 26 de julio de 2016

Los monstruos a veces también pueden ser nuestros amigos

Los miedos a los monstruos y los fantasmas son muy comunes durante la infancia. Con el tiempo, cuando nos vamos haciendo adultos, esos miedos suelen ir desvaneciéndose para dejar paso a otros como por ejemplo el miedo a perder nuestro trabajo, a que nuestra pareja nos abandone, etc... Sin embargo, algunos adultos siguen teniendo miedo a la oscuridad, a lo desconocido y a los cambios. 

Una película que a mí me ha gustado mucho es la de Monstruos S. A. Seguramente todos vosotros la habéis visto hace años, porque supuso un cambio en la idea preconcebida que las personas tenemos acerca de los monstruos, haciéndonos llegar a adorar a esos bichitos con los que hemos tenido pesadillas cuando éramos sólo unos niños.


Monstruos S. A. relata la historia de Monstruópolis, un lugar en el que los monstruos viven sin tener ningún tipo de contacto con los seres humanos, ya que son tóxicos para ellos. Sin embargo, tienen una empresa (que tiene el mismo nombre de la película), en la que se obtiene la energía que administra la ciudad. Dicha energía se consigue a través de los gritos de los niños cuando se asustan porque un monstruo ha entrado en su habitación. 

Sin embargo, algo ocurre cuando un día, un monstruo se deja una puerta abierta después de haber asustado a una niña. Tras pasar un tiempo intentando deshacerse de ella, se dan cuenta de que no es tóxica, como anteriormente creían. 

Al igual que a los protagonistas de la película, a nosotros nos ocurre que a veces anticipamos un peligro potencial, especialmente cuando se trata de algo que desconocemos y pensamos que no podemos controlarlo. 

Por otro lado, en Monstruos S. A. resuelven la situación de una forma muy interesante: gracias a estar en contacto con los seres humanos (a los que previamente le tenían miedo), descubren una nueva fuente de energía más potente aún, la de la risa. Así, parece que la moraleja de la película es clara: no todo aquello que tememos es realmente peligroso, sino que además puede suponer para nosotros algo positivo.

martes, 21 de octubre de 2014

Tengo cáncer, ¿en qué me puede ayudar un psicólogo?

Cuando una persona es diagnosticada de una enfermedad grave, como puede ser el cáncer, su vida se ve modificada, tanto por el impacto de la propia enfermedad, como por las consecuencias que pueden conllevar los posibles tratamientos que suele recibir.

Todos tenemos clara cuál es la labor del oncólogo en este proceso. Sin embargo, muchas personas dudan acerca de en qué cosas nos puede ayudar un psicólogo, debido a que él, evidentemente, no nos va a curar.

Por ello, aprovechando que la semana pasada hemos recordado el Día Mundial del Cáncer, hoy os escribo acerca del trabajo que los psicólogos clínicos realizamos en dicho campo.
La finalidad de nuestro trabajo es ayudar a que el paciente descubra, utilice y potencie sus propios recursos de afrontamiento ante el estrés del proceso, así como ayudar en la valoración de opciones y la toma de decisiones.

Algunos de los objetivos más importantes de la intervención son los siguientes:
  • facilitar la adaptación a una situación cambiante y de alto riesgo.
  • disminuir las percepciones de amenaza, sean de la índole que sean.
  • fortalecer la percepción de control y otros recursos, tanto internos como externos, de tal modo que la percepción del sufrimiento disminuya y aumente la capacidad de afrontamiento activo.
  • manejar el dolor y el sufrimiento, debido a que la enfermedad afecta a cuestiones como el sentido de la vida, el significado de la esperanza, el hecho de la muerte, etc.
Por último, cada día se considera que la intervención psicológica, en paralelo a la médica que ya está teniendo el paciente, es más importante. Esto se debe a la evidencia, cada vez mayor, de la relación entre experiencia emocional e inmunodependencia.