martes, 22 de marzo de 2016

Los terapeutas..., ¿podemos con todo?

La relación que se establece entre paciente y terapeuta es compleja para todos los profesionales, ya que cada paciente es distinto y debemos adaptarnos a las necesidades de la persona que tenemos delante de nosotros. 

En dicha interacción se ponen en juego sentimientos y pensamientos del terapeuta que, en algunas ocasiones, pueden llegar a ser bastante fuertes. Además, hay casos en los que las situaciones que han vivido nuestros pacientes pueden habernos sucedido también a los terapeutas, haciendo que podamos fácilmente ponernos en el lugar de la persona a la que estamos atendiendo e identificarnos con ella.
 

Todas estas emociones que sentimos en terapia pueden desgastarnos y hacer que acabemos presentando el conocido síndrome del queme (más conocido por su denominación en inglés burnout).

El síndrome del queme o burnout se produce cuando un terapeuta está expuesto a un estrés crónico y se encuentra agotado emocionalmente. Dichos síntomas ocasionan que nuestra productividad se  reduzca y que perdamos interés en ayudar a nuestros pacientes.

Pueden presentar las siguientes características:
  •  Emociones como tristeza, miedo o enfado son muy comunes.
  • Forma de pensar rígida e inflexible.
  • Agotamiento físico crónico. 
  • Dificultades en la comunicación y aislamiento. 
  • Sentimiento de impotencia, de que nada depende de uno mismo. 
  • Alta probabilidad de tener discusiones con los pacientes o con otros compañeros.
  • Tendencia a quejarse por todo.

Es importante estar alerta a la aparición de dichos síntomas para evitar quemarnos en nuestro trabajo. Para ello, el próximo día os indicaré algunas cuestiones que podemos tener en cuenta para cuidar de nosotros mismos y evitar llegar a sentirnos quemados.

martes, 8 de marzo de 2016

"El miedo al miedo"

Generalmente, todos recordamos con ilusión y nostalgia aquellos momentos de nuestra vida en los que hemos sido felices y pasamos buenos ratos en compañía de personas importantes para nosotros. Es muy común que queramos revivirlos y guardarlos en nuestra memoria para siempre como si fueran un tesoro.

Sin embargo, hay otros recuerdos de momentos más tristes o angustiosos de los que nos gustaría librarnos y, sobre todo, no tener que volver a vivir.


Una situación de este tipo es cuando comenzamos a tener miedo a pasarlo mal y a sentir angustia. Este hecho es muy común en las personas que presentan crisis de ansiedad y agorafobia (véase la entrada del blog Agorafobia, ¿miedo a los espacios abiertos?), debido a que soportan una ansiedad muy intensa, que les paraliza y que dificulta que sigan viviendo su vida como han hecho hasta ese momento. 

El miedo a tener miedo se conoce como fobofobia. Las personas que sufren fobofobia sienten un gran temor a vivir situaciones en las que el miedo y la angustia los pueden abrumar. Por ello, estas personas suelen tener zonas seguras en las que se sienten cómodos y otras zonas que consideran "peligrosas", en las que el miedo puede volver a "apoderarse" de ellos. 

Finalmente, en muchas ocasiones, acaban evitando una enorme cantidad de situaciones para no tener que enfrentarse a volver a sufrir los temidos síntomas de ansiedad que otras veces han sentido. 

El miedo al miedo termina siendo muy incapacitante, por lo que es esencial que contemos con estrategias de afrontamiento para poder hacer frente a situaciones en las que el grado de ansiedad que sentimos es alto y no acabar desencadenando un cuadro de agorafobia. Por ello, sería muy importante que aprendiésemos desde pequeños dichas habilidades como un recurso o un aprendizaje más.