Al igual que ya hablamos de la ansiedad en varias entradas que escribí anteriormente en este blog, el estrés es un fenómeno que, aunque en principio, las personas definimos como dañino, no es en sí mismo ni bueno ni malo y forma parte de la vida.
El estrés lo sentimos en forma de tensión física o emocional, como consecuencia de una situación que nos hace sentir frustrados, cuando percibimos una amenaza o cuando no tenemos recursos suficientes para afrontar un hecho adecuadamente.
Aunque sentir cierto grado de estrés puede ser bueno porque nos puede ayudar a prestar atención a algo que tenemos que hacer, en vez de dejarlo pasar, si vivimos mucho tiempo con un alto grado de estrés nuestra resistencia se agota y la salud se debilita.
Por ello, llama la atención que, a pesar de que sentirnos estresados es muy común hoy en día, la realidad es que desarrollar las habilidades necesarias para manejar adecuadamente el estrés no es fácil. La gran mayoría de nosotros tiene que entrenar estas habilidades e ir perfeccionándolas a lo largo de toda la vida. Y aunque parecería obvio que ya que es un proceso tan complejo, las aprendiéramos desde pequeños, no solemos hacerlo por varios factores:
- Nadie nos enseña las habilidades de manejo del estrés: ni en el ámbito de la familia, ni en la escuela se enseña a los niños a manejar la presión que el estrés produce antes de que ocurra una crisis.
- Muchas normas sociales "no escritas" generan estrés: como por ejemplo la idea de que debemos "ser el primero", "no ser perezoso", "no mostrar el dolor", mientras que no se potencia que las personas sepan relajarse.
- Carecemos de normas culturales y modelos para manejar de forma proactiva el estrés: desde pequeños se nos lleva a todo tipo de actividades, deportes, pero es muy extraño que un abuelo lleve a su nieto con él a taichi o a yoga, para que aprenda habilidades de relajación.
- Pocos adultos hablan del estrés a los jóvenes: es normal que tratemos de educar a nuestros hijos acerca de que sean buenas personas, que no consuman alcohol, pero rara vez tratamos de que aprendan a manejar el estrés de forma adecuada. El mensaje que solemos dar a nuestros hijos es "no deberías sentirte así", en lugar de "entiendo que estás cansado de la situación, ¿te gustaría hablar de ello?".
Por todas estas razones, las personas solemos ir aprendiendo poco a poco a través de la experiencia a afrontar el estrés. Sin embargo, sería muy útil que nos enseñaran a hacerlo desde pequeños.
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