Es bastante común escuchar a los padres, cuyos hijos tienen autismo, presentarlos con esta frase: "Mi hijo es especial... diferente a los demás".
Leo Kanner describió el autismo en el año 1943 tras la observación de unos cuantos niños con autismo.
Según el DSM-IV-TR (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), el trastorno autista es un trastorno generalizado del desarrollo. Se caracteriza por retrasos o alteraciones en el desarrollo normal. Se producen antes de los 3 años en tres áreas diferentes:
- En la relación o la interacción social: pueden tener dificultades para mirar a otras personas a los ojos, incapacidad para desarrollar relaciones con niños de su edad, no suelen compartir intereses ni logros con los demás y presentan dificultades para entender los sentimientos de las otras personas.
- En la comunicación: suelen presentar retraso o ausencia total de lenguaje, dificultad para iniciar o mantener conversaciones, repiten frecuentemente algunas palabras, pueden incluso hablar con un lenguaje "propio" y tienen problemas con los juegos de ficción.
- Comportamientos, intereses y actividades restringidos, repetitivos y estereotipados: suelen estar muy preocupados por algo que es de su interés, necesitan rutinas o rituales que no varíen, suelen tener manierismos (como por ejemplo sacudir o girar las manos o los dedos) y suelen centrarse en alguna parte de los objetos.
Esta lista de características puede ser una buena guía de cómo se comporta un autista y de sus principales dificultades.
Sin embargo, para mí lo más llamativo del autismo siempre ha sido que, a pesar de que el ser humano es un ser social, estos niños suelen preferir mirar fijamente un objeto de su interés a compartir un momento especial con otra persona. Este hecho resulta muy difícil de entender para la gran mayoría de las personas y es algo especialmente complicado para los padres.
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