Cuando las personas sufren un acontecimiento traumático, que rompe su burbuja personal, se puede producir un trastorno de estrés postraumático.
Sin embargo, no es necesario haber experimentado en primera persona este tipo de sucesos, sino que simplemente puede ocurrir porque alguien les ha explicado algún evento caracterizado por muertes o amenazas para su integridad física.
En estas situaciones las personas reaccionan con temor, desesperanza o un horror intensos. Los síntomas más comunes que pueden aparecer en este trastorno son:
- Síntomas de reexperimentación como recuerdos recurrentes que provocan malestar, pesadillas, tener la sensación de que el evento traumático está sucediendo en el preciso momento e intensificación de los síntomas al exponerse a elementos que recuerdan al trauma.
- Evitación de los estímulos asociados al trauma como un intento de la persona de distanciarse del dolor que le ocasiona el acontecimiento perturbador.
- Síntomas de aumento de la activación como insomnio, irritabilidad, hipervigilancia, reacciones de sobresalto y dificultad para concentrarse.
Sin embargo, el haber sufrido un trauma no siempre tiene que tener estas consecuencias negativas. A veces también viene acompañado de positivas, actuando como un potencial instrumento de cambio de la dirección de la propia vida. Algo así como sucede con los fénix, aquellos pájaros míticos que tenían la habilidad de resucitar, de resurgir a partir de sus cenizas.
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